Cartas

Vivir lejos uno del otro toda la vida nunca ha sido una traba. ¿Recuerdas nuestras largas conversaciones telefónicas? ¿Y la cantidad de veces que me pediste que te escribiera alguna carta? Quiero que sepas que guardé todas y cada una de las tuyas. Algunas tienen la tinta desgastada, de tanto desplegarlas y releerlas, una y otra vez.

Recuerdo como si fuera hoy, los enfados y las broncas que me echabas por no corresponderte. Nunca tuve tiempo para escribirlas. No supe de donde sacarlo o, algún día que lo tuve, vino la vagueza y me retuvo para hacerlo.

Pues bien, hoy te escribí una larga carta. Hoy he podido hacerlo y me duele inmensamente no haberlo hecho antes. Sabes que te quiero hasta más no poder y te pido perdón por no cumplir con un deseo tuyo, con algo que tu siempre has hecho, plasmar tus pensamientos en papel.

No te extrañes al encontrar estas letras que te envío sin sobre sellado. Encontré el tiempo que perdí. La eternidad me lo ha regalado a cambio de nada. Me recuerda mucho a tí.

¡Hola!

¡Desde luego, vaya tela! No puedo creer que me obviarás de esa manera. Nunca creí que me pudieras hacer tal cosa. La otra tarde, te vi caminar delante mío en la avenida cercana al colegio que está cerca de casa, estabas a pocos metros de mí y, el corazón empezó a dispararse y la respiración decidió acompañarle y se volvió entrecortada. Nerviosa te llamé, aunque no te paraste ni miraste atrás. Tal vez no me ha escuchado, pensé. Y volví a intentarlo, sacando la voz del lugar donde el silencio la tenía apresada y grité tu nombre con todas mis fuerzas. Seguiste camino, calle abajo, acelerando tu paso. No tengo duda que me escuchaste. Si no, ¿a qué vino este cambio de paso? La rendición para alcanzarte no existió y corrí hacia ti. Justo cuando empecé el tramo de bajada, no te vi. Desapareciste. No pude decir ni hola. Ya ves,  ni ¡hola!

Down

Empezaba a oscurecer. Te busqué por toda la empinada calle, en cada portal, en la bodega a la que siempre iba de pequeña a comprar vino y refrescos. No hubo forma de reencontrarte. ¡Maldita sea! ¡Cómo puedo haber tenido mis reflejos entumecidos y reacciones a cámara lenta a la hora de moverme! ¿O tal vez no ha sido cierto este episodio tan real?

Ya puedo anotar en mi libreta de lecciones aprendidas que otro refrán que creí inventado, es totalmente cierto: «Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería». Esto es lo que me ocurrió. Creí ver lo que mi alma quiso ver y alcanzar.

«Amor sin celos no lo dan los cielos» y a mí, el cielo me encela, ese cielo nada predicador ni religioso. Si no en el que Avi te fue construyendo poco a poco a poco, con paciencia y tesón, y ayudado por Tete, mientras esperaban reencontrarte con ilusión. De ese cielo tengo celos, porque os tiene y yo no.

Entre la maleza

Nómadas de sentimientos errantes que se confunden entre la espesura de un jardín mal cuidado. Ajenos a las miradas de aquellos que tienen un techo donde resguardarse de la lluvia, el frío y el viento.

Hands

 

Un jardín, lleno de maleza, de arbustos de colores pálidos, apagados y agónicos por falta de sustento, por el hambre que da un sueño, incumplido en el tiempo. Por la sed y el ansia de llenar sus raíces de alegría y vida. Por la necesidad de encontrar algo a lo que llamar hogar