Reinicio

Siempre me ha gustado sentarme en el lado de la ventana de los trenes. No se, da lugar a que haya más libertad de pensamientos terrenales y celestiales. Cada uno que aplique estas palabras a su propia manera de pensar. No todos nos subimos en los mismos trenes o los vemos de la misma manera.

Tras veinte minutos de travesía, llega ya a la penúltima parada, justo la mía. Pero hoy no sólo llega mi tren. Otro va en paralelo y  claro está con el mismo destino. Eso no pasa nunca. Dos trenes con el mismo destino separados por dos pares de raíles y yendo al mismo ritmo y parece que vayan a parar en el mismo segundo.

Sin dejar de mirar por la ventana veo una figura que me llama la atención y sin darme cuenta, clavo la mirada en ella. Parece que no tenga vergüenza pero la tengo y bastante ahondada en mi ser. No se reconocerla. Creo por momentos que es una persona, por momentos se convierte en un lugar, un número de dos cifras, un animal. Cambia, sufre continuas metamorfosis en segundos. Juega conmigo o eso me parece.

Se para el tren y bajo. A los pocos segundos, sigo dudando y necesito aclararme y saber qué es lo que he visto. Intento volver a subir al tren, por los pelos no lo consigo. Voy directa al asiento dónde estaba para averiguar que estaba viendo, esperando con todas mis ganas de que siga ahí. Efectivamente, está. Aunque parece que soy yo quien la ve, no veo a otras personas mirando en la misma dirección que yo.  ¿Locura mía o ceguera general?

Puede ser algo que me dice sin parar que me libere, que rompa y que le de al botón de reinicio de mi cabeza, y que crea de una vez por todas en mí.

Se para el tren, me levanto para salir, pero vuelvo a sentarme porque me doy cuenta que esa no es mi parada, vuelvo a mirar por la ventana del otro tren y ya no veo nada, se esfumó como una pesada y latente duda.

 

Telaraña

Cualquiera que esa mañana te viera desde lejos solo podía ver un contorno, una figura desdibujada en la distancia, medio nebulosa y, a medida que sus pasos y los tuyos se acercasen algo iría cambiando. Se intuye pues, algo, muy poco más que un garabato y muy poco menos que un dibujo mal hecho.

Se puede llegar a pensar que a esa forma se le ha rellenado de piel casi transparente y carne. No se … parece ser que las vísceras las dejaron aparte o quizás las olvidaron a conciencia porque no tenías sitio para más. Y, tampoco creías que te serviría para nada, fuiste rotundo en tu pensamiento y así lo expresaste. Bueno, no se si esa idea es del todo cierta. Darías cobijo a las arañas, al menos alguien sentiría dentro tuyo. Ellas labrarían por ti, todo aquello que nunca harás, crear y creer en crear. Sus telarañas son pequeñas obras de arte. La creencia en crear, en luchar, en construir e incluso a veces llorar por lograrlo cuando pueda parecer que no se vaya a conseguir con la única idea de seguir adelante, seguir viviendo.

Ciertamente, tras pensarlo, tengo que darte la razón, no te caben, no tienes ni alma, corazón ni rincón para albergar a cualquier ser. No importa lo pequeño que sea. Aunque ese casi microscópico ser jamás será el ser viviente más ínfimo. Ese lugar ya tiene un propietario. Hasta te sonríes al pensarlo, ¿verdad? ¡Qué triste suerte tienes!

Con un hilo de vida

Cuántas pesadillas tengo aún, pero no quiero que me maten en vida y borren mis sueños, por mucho que lo hayan intentado y casi lo consiguieran.

¿Y tú? ¿estás presente? No nos sequemos como plantas con tierra quebrada, esperando a ser regada y viendo que el agua nunca llega. Desesperada, intenta llorar para seguir sobreviviendo. No te sientas como un cuadro cualquiera, gris mate, apagado y soportado por un hilo de vida a punto de quebrarse. Pintemos la vida de colores vivos, no seamos iguales, luchar es la única manera de conseguirlo, ¡al menos, hay que intentarlo!.

No se tú pero yo, no soy especial, ni fuerte por mucho que el espejo intente decirme lo contrario, ni tengo aires de grandeza, soy desigual, me alejo de la caravanas de gentes que no saben ni quieren saber lo que es vivir, solo caminan a ninguna parte concreta, siguen un rebaño que va directo al precipicio de la desilusión y del oscuro egoísmo.

Me enseñaron de pequeña, que lo más grande en esta vida es seguir presente, escuchar tus latidos, tu respiración, escuchar a tú cuerpo más que a tú cabeza, no aleccionar a nadie y mantenerse siempre con los pies en la tierra mientras vas caminando por el sendero que lleva a cumplir tu pequeño sueño.