Borra esa sonrisa

Llega un momento que se me agota el vocabulario para decirte que borres esa sonrisa de tú boca. He llegado a pensar que tus labios están bloqueados y no los puedes mover. Al menos, no haces el esfuerzo por intentarlo. No serás ficticio,  ¿verdad? Mirándote, recuerdo a un muñeco de feria de principios del siglo pasado. Aquellos que dan pavor con sólo mirarles la cara y ya no te cuento el miedo que dan, si mueven alguna parte de su cuerpo. Tampoco quiero mirarte demasiado, intimidas malévolamente.

Los muñecos parece que no puedan ir más allá de la caja de cristal en la que están contenidos y conservados para evitar su natural envejecimiento y deterioro. Aunque tampoco pondría la mano en el fuego para asegurarlo. Pero aún, sin aparentemente poder salir de ahí, creo que si tuvieran vida, sus intenciones traspasarían al otro lado del cristal. Eso es justamente, lo que te pasa a tí, lo que transmites intencionadamente y clavas el dolor hasta llegar al alma. Entonces es cuando sonríes. Y es entonces cuando despierto y se borra esa sonrisa de tú cara!

Desaprender

¿Quien dice que si somos adultos, no podemos soñar despiertos con nuestras pequeñas ilusiones? Si es así, tampoco las soñará de noche. Intuyo por lo que me cuentas que sufres ese tipo de dormir con clavos en la almohada por forzarte a no fluir.

Dime infantil, inconsciente, inmadura, que aún tengo mucho que aprender para llegue a crecer algún día … Pues vale, no me importa porque no aporta nada esas palabras vanas y vacías.

Si es así, olvidaste tras el otro lado de la puerta cerrada a cal y canto tu niñez, las sorpresas fuera de días señalados que en casa recibías. Dejaste atrás el significado de una sonrisa de un niño, del brillo de los ojos de una persona cuando se emociona, del llanto alegre, de pintarte la cara de mil colores y de paso ensuciar las paredes de casa. ¿Tus recuerdos se congelaron o los tiraste por la ventana?  Tú piel se tornó lija, dura e inalterable en lugar de vibrante, cercana al sentimiento más dulce que se puede ver muchas veces mirarte los brazos y ver como tu bello poco a poco se eriza sin saber del todo a cuento del porqué te ha pasado.

Sigue tú  aprendiendo a ser alguien correctísimo, recto, un témpano. Si quieres a seguir por el camino que lleva a ninguna parte, al que no tiene más que una sola dirección ya estudiada desde el momento que iniciaste tu camino.

Déjame así y aléjate de mí. Si esto es desaprender, lo prefiero antes de envejecer sin sentido, sin notar nunca más, pequeños pinchazos de alegría en mi alma, sin emocionarme, sin dejar nunca de ser niña. Quiero andar por aquellas veredas que dan opción a un cambio de dirección porqué si, a la improvisación, a vivir.