La lluvia no me da miedo, solo los charcos tupidos. Aquellos que, por más que mires nunca verás el fondo. Agua turbia, de un tono marrón difícil de definir con total exactitud. Y si este agua está muchos días sin que nadie la pise, se vuelve pestilente a cualquier nariz, aunque ésta, sea de todo menos refinada.
Cuando pases por la calle, intenta pisar esos charcos, vacíalos, no los esquives ni mires a otro lado, ignorando lo obvio, lo que tienes justo delante. No le des tiempo a que se agríen, a que se mueran en una fangosa y contaminada vida. Si en tu vida quieres claridad y transparencia, no desees para otros una vida muy distinta.
Con remolinos interminables , que parecieran interminables
Iré como una chiquilla saltando en todos y cada uno de ellos.
Un abrazo virtual.
Que chulo! Gracias por comentar! Un abrazo
Remolinos sin fin! Gracias Gloria. Un beso!!
Me está encantando leerte. De verdad, escribes que da gusto y transmites muchísimo a través de tus palabras y del ritmo que les haces llevar… ¡De ahora en adelante saltaré con fuerza sobre los charcos!
No hay que dejar de saltar!! Eres muy amable y una persona con alma (escasea, pero existe). Millones de gracias Mar!!