Mirando a la nada

Harto de oírle, de notar sorna en su respuesta tan poco original. Dolor de cabeza continuo, diario. Con tan mala intención que incluso, hacia guardia muchas noches, prohibiéndome mi descanso. Me robaba el sueño y jamás me lo devolvió.

Rendido y agotado acudía por las mañanas a trabajar. No veía ni oía a quien a mí se acercaba. Era el despojo de alguien que tuvo una vez, la energía y fuerza de un felino, un ser valiente y feliz.

Una mañana no me pude levantar. Morfeo se apiadó de mí a altas horas de la madrugada, casi al amanecer. Fue entonces cuando me dormí y abrí los ojos a las diez de la mañana. Salí corriendo a la ducha, a vestirme y a prepararme un rápido café.

De pronto, me quedé quieto, mirando a la nada como un niño en medio de un parque falto de bullicio.

Y fue entonces cuando sentí lo que era el vacío. Justo en el momento que el eco de mi voz me dejó de responder.

71H

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