De tripas, corazón

Basta ya de excusas, llegados a este punto a mí ya no me sirven.

Pasar por delante de mí como si hubiera un mueble delante tuyo no dice demasiada cosa buena de tí … De momento lo dejamos ahí, o no. La educación es algo que se tiene desde que nacemos, después, más o menos tanto en la escuela como en casa, pueden intentar entre todos que está mejore. Pero para ello se ha de cultivar, regar, cuidar. Y en esto creo que te perdiste alguna que otra lección.

Delante un NO rotundo a ser mejores personas durante años e intentar que esta negativa perpetúe, poca cosa se puede hacer. No se olvida a alguien tan fácilmente.

¿No crees?

Telaraña

Cualquiera que esa mañana te viera desde lejos solo podía ver un contorno, una figura desdibujada en la distancia, medio nebulosa y, a medida que sus pasos y los tuyos se acercasen algo iría cambiando. Se intuye pues, algo, muy poco más que un garabato y muy poco menos que un dibujo mal hecho.

Se puede llegar a pensar que a esa forma se le ha rellenado de piel casi transparente y carne. No se … parece ser que las vísceras las dejaron aparte o quizás las olvidaron a conciencia porque no tenías sitio para más. Y, tampoco creías que te serviría para nada, fuiste rotundo en tu pensamiento y así lo expresaste. Bueno, no se si esa idea es del todo cierta. Darías cobijo a las arañas, al menos alguien sentiría dentro tuyo. Ellas labrarían por ti, todo aquello que nunca harás, crear y creer en crear. Sus telarañas son pequeñas obras de arte. La creencia en crear, en luchar, en construir e incluso a veces llorar por lograrlo cuando pueda parecer que no se vaya a conseguir con la única idea de seguir adelante, seguir viviendo.

Ciertamente, tras pensarlo, tengo que darte la razón, no te caben, no tienes ni alma, corazón ni rincón para albergar a cualquier ser. No importa lo pequeño que sea. Aunque ese casi microscópico ser jamás será el ser viviente más ínfimo. Ese lugar ya tiene un propietario. Hasta te sonríes al pensarlo, ¿verdad? ¡Qué triste suerte tienes!

Sábado

No hizo otra cosa en toda la tarde que mirarse al espejo con el torso desnudo. Llevaba veinte años actuando de esta manera. Y en pocos días cumplía los cincuenta. Primero se deleitó de su perfil izquierdo, después, del derecho. Ahora, mirándose un lunar que no se vio el día anterior. Casi se horrorizó de este hecho, se le salía de sitio el corazón. ¿Excesividad de auto complacencia? Tal vez si. Delante de él, sin percatarse de ello, pasaron tres horas. ¡Como te lo digo, fue!

Y la luz del Sol marchó y cambió el día de guardia. Ahora le tocaba trabajar a una escueta luna creciente. No se lo podía creer. Se preguntaba cómo podía ser que el tiempo se le hubiera escapado de esa manera. Acusó de haberle robado las horas, a todo aquel conocido que no soportaba y a alguno que odiaba.

Dejó los insultos para otro momento y empezaron las carreras por el pasillo de su piso de soltero. Cogió ropa interior y tras esto, otra carrera hacia el baño y, a la ducha. Salió, se secó y de nuevo hacia su dormitorio.

Abrió el armario, tomó aire y dijo: «Sábado, sabadete; camisa nueva…». Y seguidamente: «No, no puede ser!  No tenía ni una sola camisa…limpia, pantalones de vestir tampoco. Miró su reloj y vio que eran las nueve de la noche y ese día era fiesta nacional. No pudo ir a comprarse nada porque era fiesta nacional.

Así que, este fanático de Narciso de quien todos conocemos su historia, decidió quedarse en casa solo porque no podría lucirse. Su casa era como él, un cúmulo de objetos que brillaban mucho y que verdaderamente no valían nada.

Al rey de la nada, nadie le llamó en toda la noche y empezó a dudar si realmente su disfraz de eterna juventud no estaría ya, algo caducado. Encendió el televisor y se puso a ver un reality de títeres con cabezas llenas de serrín.