¡Hola!

¡Desde luego, vaya tela! No puedo creer que me obviarás de esa manera. Nunca creí que me pudieras hacer tal cosa. La otra tarde, te vi caminar delante mío en la avenida cercana al colegio que está cerca de casa, estabas a pocos metros de mí y, el corazón empezó a dispararse y la respiración decidió acompañarle y se volvió entrecortada. Nerviosa te llamé, aunque no te paraste ni miraste atrás. Tal vez no me ha escuchado, pensé. Y volví a intentarlo, sacando la voz del lugar donde el silencio la tenía apresada y grité tu nombre con todas mis fuerzas. Seguiste camino, calle abajo, acelerando tu paso. No tengo duda que me escuchaste. Si no, ¿a qué vino este cambio de paso? La rendición para alcanzarte no existió y corrí hacia ti. Justo cuando empecé el tramo de bajada, no te vi. Desapareciste. No pude decir ni hola. Ya ves,  ni ¡hola!

Down

Empezaba a oscurecer. Te busqué por toda la empinada calle, en cada portal, en la bodega a la que siempre iba de pequeña a comprar vino y refrescos. No hubo forma de reencontrarte. ¡Maldita sea! ¡Cómo puedo haber tenido mis reflejos entumecidos y reacciones a cámara lenta a la hora de moverme! ¿O tal vez no ha sido cierto este episodio tan real?

Ya puedo anotar en mi libreta de lecciones aprendidas que otro refrán que creí inventado, es totalmente cierto: «Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería». Esto es lo que me ocurrió. Creí ver lo que mi alma quiso ver y alcanzar.

«Amor sin celos no lo dan los cielos» y a mí, el cielo me encela, ese cielo nada predicador ni religioso. Si no en el que Avi te fue construyendo poco a poco a poco, con paciencia y tesón, y ayudado por Tete, mientras esperaban reencontrarte con ilusión. De ese cielo tengo celos, porque os tiene y yo no.

Un genio llamado Prince

Este año no está siendo precisamente bueno para la música. Nos están dejando muchos genios. Hoy, se despidió de nosotros en silencio, Prince.

El príncipe de Minneapolis acaba de dejar sin aliento al mundo entero. Seguidores o no, todo aquel amante de la buena música siente su pérdida.

Cantante, compositor, letrista, un icono y referente para músicos y melómanos.

Nos hemos quedado sin su voz, aunque nos ha dejado un gran legado para nuestra generación y para las venideras. Gracias por emocionarnos con tus canciones.

Hasta pronto genio!

https://youtu.be/RC34ZcDiCag

Capítulo

Un buen libro es como un recuerdo, no tiene fecha de caducidad. Siempre vive en nuestra mente y late con fuerza en el corazón.

Cada vez que leemos un capítulo nuevo y nos llega dentro, desenvuelve el papel de regalo que lo acaricia, nos traslada a un rincón del pasado, marcado en nuestra memoria.

Vida mía

Madre, abuela, bisabuela, incansable trabajadora y excepcional mujer.

En el cofre latente de mi corazón tengo abrazados tú ser, tu mirar, tus sonrisas y tu amor incondicional. Miraré de cuidarte en mi recuerdo, de cantarte, de contarte mis anécdotas, dudas, rutinas y miedos.

Mientras el reloj de mi vida gire, intentará latir con fuerza para que llegue su sonido hasta ti.

https://youtu.be/dl1En_rBfCc

Piedras en el agua

Recuerdo cuando éramos pequeños y los abuelos nos llevaban al parque. Pero no a aquel que estaba a dos manzanas de casa, si no al parque del estanque al otro lado de la ciudad, casi a veinte minutos de allí.

Durante el trayecto, nos contabais historias inventadas que nos hacían llorar de la risa. Os parabais de vez en cuando y nos seguíais contando esas fábulas mientras gesticulabais y hacíais las muecas más divertidas y desternillantes que habíamos visto hasta entonces.

El tiempo volaba y sin saber cómo, llegamos al parque y al gran estanque rodeado de árboles semidesnudos de hojas marrones y amarillentas, mientras que la otra mitad de sus vestiduras, cubrían el suelo cual alfombra otoñal, tapando tierra y piedras de río por la que corríamos cada verano.

Arrastrando los pies por el suelo, dibujábamos senderos para que pisarais la tierra y evitar así, que os pudierais caer. Este camino tenía un único destino. No era otro que el puente que abrazaba al estanque. En él, se refleja siempre el color y el estado de ánimo de cada día y de cada persona que se acerca a visitarlo. Ese día, sonreía al Sol que miraba de templarlo y alejarlo del frío de noviembre.

Corrimos hacia el centro del puente. Yo volví atrás para buscaros e ir todos juntos. Cogí cinco piedras algo más grandes que el tamaño de mis manos. Algunas blancas y otras grisáceas. Todas ovaladas y planas. Una vez estábamos todos en el centro del puente, repartí todas las piedras y recuerdo que os dije a todos: «Lanzad la piedra y pedid un deseo». Uno a uno, fuimos lanzando las piedras al agua. Era realmente bello como iban haciendo círculos y rozaban la tibia agua hasta el momento de sumergirse en ella. Me recordaba un poco a la manera que se sumergen los peces después de coger algunas migas de pan en la superficie de este u otros estanques.

¿Cuál fue mi deseo? ¿No lo he contado? Pedí repetir este paseo todas las tardes de mi vida.

 

8H