En boca cerrada no puede salir la rabia contenida de antaño. Los ojos parecen arder. Marcan una línea de rojos encendidos en el borde, en la reja casi transparente que limita e impide que nuestros ojos salten cual suicidas y nos dejen a oscuras.
Quiero ver, necesito seguir disfrutando de la grandeza del verbo mirar. Voy a entreabrir mis labios, soltar poco a poco el aire, mientras las cuerdas vocales vibran. Así podré hablar y decir a quienes me causaron heridas de eterna cicatrización, ya fuera de forma intencionada o no, todo aquello que me daña por dentro y tanto escuece.
Ya sabes que me pasa. Ahora vas a escucharme o ¿quieres de verdad que el silencio ingrato de estos años nos siga torturando sin razón palpable? Yo lo tengo claro y tú no tienes mucha más opción. Siempre podrás escoger el cincuenta por ciento no deseado, pero eso no está en mis manos. Es cara o cruz.
