Como una fuente

Emanaba de sus ojos la sal vestida de color gris perla. El Sol ayudaba a que el brillo que tenía, fuera aún más espectacular, si es que cabe esa posibilidad. Mientras bajaba por cada una de sus mejillas cada vez con más fuerza, tal y como lo hace una fuente natural en primavera, con fuerza, despidiendo al gélido invierno con rabia por tantas cosas que le calló durante tres largos meses, su color se iba aclarando, se hacía cada vez más invisible a los ojos de quienes lo miraban.

Poco a poco llegaron a su cuello, humedeciéndolo por fuera cuando necesitaba encontrar alguna grieta en su piel, clamaba que por algún poro empezara a resquebrajarse para así, poder adentrarse en su ser y matar  su interna sequedad.

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